#51 - ¿Pueden los psicodélicos hacernos más consciente ecológicamente?
Ecodelia, un comportamiento ecológico y un sentido más profundo de conexión. La historia del psicoanálisis y el LSD en argentina. El boom de los hongos que no para.
Buen domingo! Hoy escribo sobre un concepto filosófico alrededor de la experiencia psicodélica y la ecología. ¿Pueden los psicodélicos hacernos más consciente ecológicamente? Parece que si.
Además un relato sobre la historia de la investigación argentina psicoanalítica y el LSD; y al final una reflexión sobre el boom del mercado de los hongos que no para de crecer. También te dejo un corto documental sobre la historia del trauma de una familia y el uso terapéutido del MDMA para sanar generaciones.
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FILOSOFÍA E INVESTIGACIÓN
Ecodelia: ¿Pueden los psicodélicos hacerte más consciente ecológicamente?
El término "ecodelia" es un concepto relativamente nuevo, acuñado para describir el uso de sustancias psicodélicas como un medio para mejorar la conciencia ecológica, fomentar un comportamiento ecológico y fomentar un sentido más profundo de conexión con el mundo más que humano.
Las plantas psicodélicas, los hongos y los derivados de plantas han sido utilizados desde tiempos inmemoriales por las culturas indígenas de todo el mundo y han ganado popularidad en los últimos años por sus posibles beneficios terapéuticos. Sin embargo, ¿pueden también ayudarnos a ser más conscientes del medio ambiente?
¿Qué es la Ecodelia?
El término “ecodélicos” fue acuñado por primera vez en 2015 por el autor y profesor de ciencias y tecnología de la información de la Universidad de Pensilvania, Dr. Richard Doyle en su libro: Darwin’s Pharmacy: Sex, Plants, and the Evolution of the Noosphere.
El autor defiende, después de revisar miles de informes sobre experiencias psicodélicas, lo que él llama la visión “ecodélica”. Es decir, la repentina comprensión de ser parte de un ecosistema interconectado. Desde esta perspectiva, la relación entre los humanos y los psicodélicos no es únicamente para nuestro beneficio individual, sino que es parte de un sistema de retroalimentación más amplio que nos despierta a nuestra responsabilidad colectiva de contribuir a la salud del planeta Tierra en su conjunto.
La visión “ecodélica” se caracteriza por una sensación de asombro que nos permite reconocer nuestro lugar dentro de la red más amplia de la vida, impulsándonos a asumir la responsabilidad de nuestras acciones y a tomar decisiones que apoyen el florecimiento continuo de la vida.
Esto puede implicar de todo, desde reducir nuestra huella de carbono hasta apoyar la agricultura sostenible y los esfuerzos de conservación para construir relaciones más profundas con nuestras comunidades y parientes más que humanos.
En una un ensayo titulado “Prácticas Ecodélicas para la Antropocencia”, Doyle describe los ecodélicos como “una clase de compuestos que pueden catalizar una experiencia profunda y transformadora de la naturaleza y, a través de esa experiencia, inspirar un compromiso profundo y duradero con su preservación”. Esencialmente, los ecodélicos son un tipo de sustancia psicodélica que puede conducir a una mayor apreciación y respeto por el mundo natural, lo que en última instancia conduce a formas de estar en el mundo más regenerativas y sustentadoras de la vida.
Investigación sobre psicodélicos y ecología.
Si bien el uso de psicodélicos con fines terapéuticos ha sido ampliamente investigado, la relación entre los psicodélicos y la ecología sigue siendo un campo de estudio relativamente nuevo. Sin embargo, se han realizado algunas investigaciones sobre el tema.
Un artículo de investigación de 2019 titulado “Del egoísmo al ecoísmo” los autores exploraron el vínculo entre los psicodélicos y la relación con la naturaleza.
Al realizar una encuesta con 654 participantes enviándoles un cuestionario 1 semana antes de que planearan consumir psicodélicos, y luego después de 1 día, 2 semanas, 4 semanas y 2 años de la experiencia psicodélica, los investigadores descubrieron que la frecuencia de consumo de psicodélicos en la vida el uso se correlacionó positivamente con las puntuaciones iniciales en conexión con la naturaleza, y el sentido de conexión de una persona con la naturaleza aumentó significativamente después de su experiencia psicodélica.
Un estudio más reciente de 2022 analizó la relación entre el uso de psicodélicos, las experiencias místicas y los comportamientos proambientales. En una encuesta con 240 participantes, se recopilaron datos sobre las experiencias místicas con motivos psicodélicos, la personalidad y los comportamientos proambientales autoinformados de los participantes, y se encontró que aquellos que habían informado haber experimentado un estado místico "completo" también tenían puntuaciones más altas en autoevaluación e informaron comportamientos proambientales, como comer y comprar de maneras más ambientalmente sostenibles.
Remodelando nuestra relación con la naturaleza.
El concepto de ecodelia es un nuevo y tiene el potencial de fomentar un comportamiento más consciente del medio ambiente. Si bien la investigación aún se encuentra en sus primeras etapas, hay evidencia que sugiere que los psicodélicos pueden mejorar nuestro aprecio y respeto por el mundo natural, lo que en última instancia conduce a un comportamiento más ecológico. A medida que continuamos explorando los beneficios potenciales de los ecodélicos, podemos descubrir nuevas formas de promover la regeneración y actuar mejor con nuestro planeta.
Si bien los psicodélicos pueden tener el potencial de fomentar la conciencia ecológica, es importante reconocer que no son una panacea para los problemas ambientales. En última instancia, depende de los individuos, sus comunidades y la cultura en general asumir la responsabilidad de sanarnos a nosotros mismos y a nuestra relación con el planeta. Sin embargo, los conocimientos y experiencias adquiridos con el uso de psicodélicos pueden servir como una herramienta valiosa para inspirarnos a actuar y realizar cambios positivos para nosotros y nuestra especie más que humana.
HISTORIA
Los secretos de la relación entre el psicoanálisis argentino y el LSD.
El punto de partida fue indudablemente la publicación a mediados de los años 50 de Las puertas de la percepción, el libro en el que Aldous Huxley dejaría registro de su experimentación con el ácido lisérgico. El psicoanálisis argentino pronto recogería el guante de llevar adelante esa apertura de los psicodélicos, en la figura pionera del psiquiatra Alberto Tallaferro.
“Viva la pepa”, libro de Damián Huergo y Fernando Krapp, reconstruye el periplo sinuoso y casi secreto hasta ahora de las conexiones entre el psicoanálisis argentino y LSD.
En 1954 Aldous Huxley publicó el ensayo Las puertas de la percepción. El autor narra cómo entra en contacto con la mescalina y qué ocurre durante esa aventura. Asegura no tener talento para la creación de imágenes. Se considera a sí mismo “un pobre visualizador”. Pero la escena inicial es nítida. En el living de su casa, Huxley ingirió 0,4 gramos de LSD-25, una dosis bastante alta. Los efectos son el material con el cual construye su argumento.
Al no poder componer ni recordar las imágenes, Huxley se apoya, en un comienzo, en obras de grandes artistas. Pero cuando observa un cuadro de Johannes Vermeer no ve la imagen, sino que descubre una belleza anterior y primaria, algo que no le ocurre al contemplar un cuadro de Paul Cézanne. Al escuchar la música serial de Alban Berg no puede contener la risa. Huxley observa que detrás de esa objetividad hay un mundo que vuelve hacia él. No es una distorsión de lo real. Es lo que deberíamos ver todos los días.
“El mundo exterior es aquello a lo que nos despertamos cada mañana de nuestras vidas —escribe—, es el lugar donde, nos guste o no, tenemos que esforzarnos por vivir”. En el mundo interior, en cambio, no hay ni trabajo ni monotonía. Podemos acceder cuando soñamos, o cuando meditamos. “Su maravilla es tal que nunca encontramos el mismo mundo en dos sucesivas ocasiones”. El cerebro funciona como un inhibidor de la experiencia. Es un mediador entre nosotros y una realidad anterior. Si no existiera esa inhibición, muchas mentes entrarían en un colapso por el exceso de información. Nuestras vidas serían esquizofrénicas.
Hacia el final del viaje, Huxley contempla un jarrón. Se encuentra en la sala de su casa, que se ha convertido en una explosión de color, luces y electricidad. No ha visto nada que no conociera; no se encontró con demonios, ni se cruzó con un elefante rosado. Lo que ve es lo que ha visto siempre: un jarrón decorado con flores en el interior de su casa. No puede apartar los ojos de las flores pintadas y cada color se revela puro y único. Puede ver que cada pétalo tiene “una insinuación en la base de una tonalidad más caliente y flamígera”. Ve un clavel de color magenta y crema, y, en el extremo de su tallo roto, hay “una audaz flor heráldica de un iris”. El jarrón de Huxley puede considerarse como la versión lisérgica y loca de la magdalena de Proust.
“Las puertas de la percepción” tuvo un impacto inmediato y su efecto fue residual. Con los años se convirtió en una biblia, un libro de culto para la experiencia lisérgica y un marco teórico que permitía prender los motores intelectuales para encarar un viaje psicodélico.
María Marta Tallaferro no recuerda cómo su padre entró en contacto con “Las puertas de la percepción”. Tampoco recuerda si ella lo perdió cuando vendió gran parte de la biblioteca de su padre a un librero de la calle Corrientes. No sabe si a Tallaferro se lo regaló un paciente, un colega, o si él lo compró de casualidad en alguna de las tantas librerías de la Ciudad de Buenos Aires. El libro circulaba y lo que circulaba con el libro era la posibilidad de hacer algo con él.
En la carpeta de Marta hay un recorte de un anuncio publicitario. “Documentado con 26 informes alucinantes de quienes se sometieron a la experiencia revelada”, dice la frase de venta sobre “Mescalina y LSD-25”, de Alberto Tallaferro, libro que estaba pronto a salir de imprenta en la Argentina y Uruguay. El anuncio remata: “Tan alucinante como los libros de Aldous Huxley”.
El libro “Mescalina y LSD-25. Experiencias, valor terapéutico en psiquiatría” fue publicado en 1956 por una editorial jurídica cuyo dueño era el tío de Alberto Tallaferro. De tirada mínima, el libro resulta muy difícil de conseguir.
En el prólogo, Alberto Tallaferro se pregunta cómo se toma el ácido lisérgico. ¿Cuánto tiempo se debe esperar para registrar los primeros efectos? ¿Cómo serán esos primeros efectos? Cualquier persona que se aventura en una nueva droga, de la cual no tiene ninguna clave ni conocimiento previo, se hace las mismas preguntas. ¿Qué efectos tendrá en mi personalidad y qué nueva personalidad aparecerá durante el viaje?
Tallaferro cuenta que, una vez obtenida la droga desde el laboratorio Sandoz, estuvo largas horas tratando de descifrar cómo había que hacer para ingerirla. ¿Qué debía hacer con ella? Era apenas un líquido que se disolvía en agua, nada más. ¿Cuán potente podía ser? Con las ampollas venía una serie de instrucciones, un prospecto farmacológico para mejorar las condiciones de apertura e iniciar el viaje.
Quizás en esos prospectos que llegaban con la partida de ácido lisérgico desde Suiza se explicaba cómo usarlo, o quizás Tallaferro intuía un rasgo esencial sobre la droga; lo que pasa alrededor de la persona desempeña un papel fundamental para la respuesta. Los efectos del ácido son variables y no responden a una naturaleza meramente farmacológica; cada viaje es único y personal. La variedad de las experiencias producidas por la sustancia química deriva de las diferencias en la actitud, la personalidad y la necesidad de indagar en las fronteras de la mente. Y por otro lado, la respuesta a esa necesidad depende muchas veces de la situación inmediata, el contexto o como se suele decir, el setting. Si el LSD se administra en ambientes controlados, con un seguimiento o un apoyo, el viaje puede resultar revelador. Si se toma en situaciones desbordadas, mediadas por el uso de otras sustancias, se puede tener un “mal viaje”.
Tallaferro decidió juntarse con cuatro personas en el estudio de su casa para llevar adelante el experimento. Los nombres de esas personas están debidamente omitidos en el prólogo de su libro, pero se puede intuir que eran ayudantes o jóvenes médicos en carrera que trabajaban con él. Como si se tratara de un ritual pagano, tomó una de las ampollas, vertió unas gotas dentro de un vaso con agua y se llevó el contenido a la boca. El sabor era amargo, como cualquier medicamento normal en forma de gotas. El gusto desapareció a los pocos segundos. Tallaferro se dejó caer sobre el asiento de su estudio mientras el resto de los concurrentes lo miraba. Esperó.
Al cabo de unos minutos no sintió nada. Su estudio se mantuvo igual. Los libros estaban en su lugar. Las pinturas de su pequeña colección de arte argentino se encontraban fijadas en las paredes. La luz era la misma e incluso la música elegida para la ocasión no había sufrido cambio alguno. Tallaferro pensó lo que durante años cualquier persona que decide tomar LSD-25 piensa por primera vez: ¿esto es? ¿Se debe aumentar la dosis, tomar más ácido? ¿Cuándo voy a ver elefantes volando por la ventana?
Prendió un cigarrillo. El gusto del tabaco le pareció más dulce de lo normal. Observó los movimientos del humo. De pronto entendió que había estado un tiempo más largo que el normal con la vista clavada en el humo. ¿Era posible que el tiempo se estuviera alargando? ¿O era la percepción sobre las cosas en relación al tiempo lo que parecía modificarse? Lanzó una risotada por la ocurrencia, una risa que parecía liberarse desde lo más profundo de su pecho. Su mirada se paseó por las otras cuatro personas que estaban esa tarde con él, en el estudio de su casa, sobre la calle Quintana. Esos rostros lo estudiaban y anotaban.
Sí (escribe Tallaferro pocos días después de tener su primera experiencia con ácido, en Mescalina y L.S.D25), el tiempo había cambiado. Los colores de la habitación empezaron a modificarse. Eran más brillantes, definidos y presentes. La sensación, narra Tallaferro, fue la de estar hundiéndose. ¿Y si esa droga invisible y mágica lograba aquello que los psicoanalistas habían buscado desde hacía tanto tiempo? ¿Y si lo que estaba detrás de las puertas de la percepción no fuese otra cosa que “el inconsciente”?
“He comprobado que una habitación en semipenumbra, que se debe graduar al gusto del sujeto, con temperatura y con música, que piden frecuentemente, hace que el paciente comience a recordar hechos lejanos de su infancia; se puede afirmar que el ambiente ideal es aquel que se asemeja a lo que puedo llamar un ambiente uterino, tibio, semioscuro, placentero, con mínimos estímulos externos, lo que le hace abandonarse totalmente”.
Tallaferro desoye los consejos narrativos de su maestro Aldous Huxley: no interpretar los hechos y narrarlos con la mayor objetividad posible. El axioma de Huxley dice: sacarás de tu interior el ojo clínico del narrador. El psiquiatra argentino no puede con su excitación mesiánica. Interpreta y busca una explicación posible. Se entusiasma. Su viaje es, sin embargo, una interesante pieza de narración clínica y de autoconocimiento.
En Tallaferro, las teorías sobre la erogenización corporal de Wilhelm Reich se mezclan con la experiencia lisérgica. Analiza una gran variedad de emociones que se liberan en su cuerpo como en un campo de batalla sin control: tiene una erección, mira los pechos de las mujeres cuando sale a la calle y siente deseos de eyacular aunque no entiende por qué. Su cuerpo es un cúmulo de sensaciones y de fantasías proyectadas, una regresión total. El maduro Tallaferro se convierte en un niño que llega a un bar de Constitución para pedir un té con sandwichitos en función de bajar a tierra.
“He dejado que la mente que evidentemente no puede soportar que existan hechos separados de su experiencia total, segregue por sí misma la racionalización”, escribe. Cada movimiento, cada momento de su viaje alucinado desde su consultorio hasta la llegada a un bar en Constitución a las 22 horas, en donde puede tomar “un té con sándwiches”, es un análisis minucioso de los efectos fisiológicos que la droga tiene sobre el cuerpo.
Luego de su primera experiencia, decidió probar con otros médicos y psiquiatras. Conformó grupos y se lanzó a probar la droga con pacientes dispuestos a tener experiencias con LSD-25, que fueron volcadas y analizadas en el libro. Tallaferro emprendió un camino propio.
En su libro anota una idea que fue retomada por un grupo de psicoanalistas posteriores a él y tomaron la posta de su experimentación. Según Tallaferro, “el proceso de la droga sería un sumergirse hacia etapas anteriores, con consciencia de esos pasos. Esta regresión podría llegar hasta el mismo claustro materno, haciendo posible un ‘renacimiento’ consciente de tipo mitológico”.
Por Damián Huergo y Fernando Krapp para Pagina12.
MERCADO
El boom de los hongos, un mercado que no para de crecer.
El auge por los hongos de todo tipo no para de crecer (psicodélicos, medicinales y adaptógenos) y no muestra signos de desaceleración. Las minieconomías generadas por diferentes sectores del ecosistema de los hongos cada vez son mayores.
Psicodélicos.
También conocidos como hongos mágicos. Si bien es difícil conseguir estimaciones exactas, el mercado estadounidense de hongos psicodélicos estaba valorado en aproximadamente 1.800 millones de dólares en 2022 y se prevé que crezca un 11,3 por ciento anual en los próximos años. Los investigadores señalan que más de mil millones de dólares de ese gasto fueron impulsados por personas con problemas de salud mental: depresión, adicción, ansiedad y otras afecciones.
Funcionales, medicinales o adaptógenos.
Los hongos funcionales son hongos que se consumen específicamente por sus propiedades medicinales o para la salud (reishi, melena de león, cordyceps, que son famosos por sus compuestos inmunomoduladores). Estos son los hongos que se venden como tinturas, cápsulas y polvos. El tamaño del mercado mundial de hongos funcionales se valoró en 8.800 millones de dólares en 2021 y se prevé que alcance los 14.490 millones de dólares en 2030.
Comestibles o gourmet.
Los hongos comestibles (portobello, shiitake, girgolas ostra) también están en expansión. El mercado de hongos comestibles en Estados Unidos valía casi 12 mil millones de dólares en 2023 y los expertos proyectan que alcanzará los 20,91 mil millones de dólares para fines de 2028. En occidente nos hemos dado cuenta de lo que muchas otras culturas siempre han sabido: los hongos son deliciosos, asequibles y ricos en nutrientes, una gran fuente de proteína vegana, fácil de cultivar y respetuosa con el medio ambiente.
En un mercado en expansión hay algunas cuestiones clave que vale la pena entender y que pueden ayudar a distinguir el “hype” (lo que se pone de moda) de lo verdaderamente valioso para nuestra salud.
Polvo de hadas.
La primera vez que escuché la expresión “polvo de hadas” fue en una entrevista con una de las principales cultivadoras de hongos de América del Norte, Skye Chilton, pero es un fenómeno que crece en un mercado en expansión, sobre todo el de suplementos.
Cuando se promociona un ingrediente que se pone de moda (CBD-cannabis, acai, hongos cordyceps, o lo que sea), las empresas de suplementos aprovechan a lanzar nuevos productos que anuncian “rico en cordyceps” (por ejemplo) en la etiqueta. El consumidor inconsciente lo compra sin saber que su nuevo y costoso suplemento sólo contiene una pequeña cantidad del ingrediente de moda.
Es importante conocer este término. Un producto que está simplemente “espolvoreado” con una pequeña cantidad de melena de león o reishi no ofrecerá beneficios terapéuticos. ¡Un mate con polvo de melena de leon no te va a hacer el efecto deseado!
Cuerpo fructífero.
Imaginate un hongo y seguramente se te viene a la cabeza lo que se conoce como cuerpo fructífero (también conocido como sombrero y tallo). Los cuerpos fructíferos de los hongos proporcionan la gran mayoría de los polisacáridos, betaglucanos, minerales y todos los demás compuestos beneficiosos que son neuroprotectores, que apoyan el sistema inmunológico y hacen que los hongos sean tan buenos para nosotros.
Algunos productos de hongos se elaboran con cuerpos fructíferos, otros con partes subterráneas del organismo como el micelio o el sustrato (el material en el que se encuentra el hongo), lo que obviamente hace que el producto sea más barato de fabricar pero brinda al consumidor final menos beneficios para la salud.
Si vas a consumir hongo, asegurate de comprarle a productores que hagan productos elaborados a partir de cuerpos fructíferos.
Neuroplasticidad y Neurogénesis.
La ciencia muestra que los hongos de todo tipo afectan la salud del cerebro. Este es uno de los mayores impulsores del boom y la popularidad de los hongos en todos los sectores. Podemos definir a la neuroplasticidad como “la capacidad del cerebro para continuar creciendo y evolucionando... la capacidad del cerebro para adaptarse o cambiar con el tiempo, creando nuevas neuronas y construyendo nuevas redes”.
Si bien los investigadores todavía están tratando de comprender el impacto de los hongos psicodélicos en el cerebro, teorizan que los psicodélicos abren “una ventana de neuroplasticidad, así como cambios neuroplásticos duraderos”, y agregan que “la neuroplasticidad es esencial para el aprendizaje, la memoria y la recuperación de enfermedades neurológicas”. Esta ventana de neuroplasticidad puede ser la razón por la que las personas con problemas de salud mental han encontrado alivio en numerosos ensayos clínicos con hongos psicodélicos.
Pero los hongos mágicos no son los únicos hongos con un impacto mensurable en el cerebro. La melena de león en particular estimula literalmente el crecimiento de nuevas células cerebrales (también conocida como neurogénesis). Un estudio reciente publicado en el Journal of Neurochemistry encontró que la melena de león promueve la neurogénesis y mejora la memoria, y podría tener aplicaciones clínicas en el tratamiento e incluso en la prevención de trastornos neurodegenerativos como el Alzheimer y la enfermedad de Huntington.
Incluso los champiñones que le pones a la pizza pueden favorecer la salud del cerebro. Una investigación de más de 24.000 adultos estadounidenses durante 11 años encontró que las personas que comían hongos de cualquier tipo tenían una menor incidencia de depresión, lo que los investigadores supusieron que podría deberse a la capacidad de los hongos para reducir la inflamación en el cerebro.
Comprender cómo los hongos impactan el cerebro humano es clave para comprender su atractivo para los consumidores, investigadores e inversores en biotecnología. ¿Quién no quiere un cerebro mejor?
Nootrópicos.
Los nootrópicos pueden ser definidos como “compuestos o suplementos que mejoran el rendimiento cognitivo”. Se cree que los nootrópicos abordan la confusión mental, aumentan la claridad mental o elevan el estado de ánimo. La cafeína es un nootrópico, al igual que la L-teanina, pero los hongos funcionales y comestibles son algunos de los mejores nootrópicos disponibles.
Además de la melena de león antes mencionada, se ha demostrado que el cordyceps mejora el aprendizaje y la memoria. Entre reducir la inflamación, aumentar la circulación y proteger contra el daño oxidativo, muchos hongos en realidad ayudan a que el órgano físico del cerebro funcione mejor.
El efecto Pollan o Fantastic Fungi.
Este término se refiere al impacto de las series de Netflix “Cómo cambiar tu mente” y “Fantastic Fungi”.
El libro de Michael Pollan (que luego se convirtió en serie) fue absolutamente un hito en el espacio psicodélico. El trabajo de Pollan aceleró la aceptación cultural de los psicodélicos por parte de las masas, y es una lectura clave si se quiere comprender el renacimiento psicodélico actual.
Sin embargo, algunos investigadores clínicos dicen que el libro hizo que las expectativas de las personas sobre los psicodélicos aumentaran desproporcionadamente con respecto a sus beneficios en el mundo real. “Todos los sujetos del ensayo clínico y los posibles pacientes se verán influenciados por Michael Pollan y comenzarán el tratamiento esperando resultados espectaculares”, escribió el investigador James Kent. El efecto Pollan es un buen recordatorio para que escuchemos a diferentes voces experimentadas, quienes nos aseguran que, si bien la psilocibina se muestra muy prometedora, no existe una fórmula mágica para la salud mental.
Existe un paralelo con algunas marcas de suplementos de hongos funcionales que prometen a los consumidores que una tintura de chaga-reishi puede curar el cáncer, curar el TDAH o prevenir todas las enfermedades. Este tipo de afirmaciones son el resultado de una moda en auge, que sobrevalora la realidad. Exigirle tanto al hongo es peligroso y depositar todas las expectativas para una cura en una sustancia sería seguir perpetuando la dinámica farmacológica occidental que estas medicinas proponen transformar. En los mercados psicodélicos y funcionales los usuarios busca hongos con fines de salud. Debemos seguir de cerca la investigaciones modernas, aprender de las culturas ancestrales y evitar prometer demasiado.
Economía de pares y salud comunitaria.
El mercado “clandestino” de hongos psicodélicos se superpone con el mercado negro tradicional, ilícito, ilegal. Por ser algunos de estos compuestos sustancias reguladas en varios paises del mundo, la economía informal que se genera alrededor de estos, se mantiene en el underground.
La diferencia es que la economía entre pares se basa en redes informales pero confiables. Por más que estas redes de distribución no sean legales, a falta de un mercado legal y regulado, los consumidores dependen de miembros de la comunidad en quienes confían para que les ayuden a adquirir hongos psicodélicos de forma segura. Las redes de intercambio entre pares serán los impulsores esenciales de los mercados psicodélicos del futuro.
Al mismo tiempo, la comunidad impulsa prácticas de salud colaborativas, con intercambio de experiencias e información que desafían la lógica de la ciencia académica actual. No se necesita comprobar que los hongos funcionan, porque ya se usaron comunitariamente hace milenos. Existe una inteligencia colectiva (podríamos llamarla ciencia ciudadana o comunitaria) que es más poderosa que el cientificismo: la postura reduccionista que afirma la aplicabilidad universal del método y el enfoque científico, y la idea de que la ciencia empírica constituye la cosmovisión más acreditada o la parte más valiosa del conocimiento humano, con la exclusión de otros puntos de vista.
Polisacáridos.
Este término se refiere a compuestos principalmente de hongos medicinales y gastronómicos (es posible que las variedades psicodélicas también contengan estos compuestos, pero estamos demasiado distraídos por la psilocibina como para darnos cuenta).
Una de las muchas razones por las que los hongos benefician la salud humana es porque son muy ricos en polisacáridos. Los polisacáridos son fibras bioactivas con multitud de propiedades beneficiosas: son antitumorales, antioxidantes, hipoglucemiantes e inmunomoduladoras. Son tan buenos para el sistema inmunológico, por ejemplo en Japón se utilizan junto con la quimioterapia para pacientes con cáncer.
Según el Instituto Nacional del Cáncer de EEUU, se cree que ciertos compuestos químicos, como los polisacáridos (betaglucanos) en los hongos cola de pavo, fortalecen el sistema inmunológico para combatir el cáncer. Se informa que los polisacáridos benefician la salud intestinal y pueden ayudar a prevenir enfermedades metabólicas.
Diferentes tipos de hongos contienen diferentes polisacáridos, y los polisacáridos están lejos de ser el único compuesto bioactivo beneficioso que se encuentra en los hongos, pero es bueno conocerlos.
Para ver
Family Trip (en inglés). Este corto documental sobre el MDMA relata la historia de una madre (Michelle) y su hija (Lacey) qie recuren a una dosis terapéutica de MDMA con un facilitador experimentado en un intento de curar el trauma generacional creado por la adicción, el abandono, el racismo, el divorcio y el alcoholismo. Cuando comienzan a alcanzar su punto máximo, se les unen los hijos de Lacey, reuniendo a 3 generaciones mientras se sumergen más profundamente en el perdón, la aceptación y forjan una nueva visión para su futuro.