#52 - ¿La ansiedad y la depresión son problemas sociales o trastornos químicos?
El relato del desbalance químico y las investigaciones que exponen el lobby de las farmacéuticas para perpetuar la medicalización.
Hoy escribo una reflexión basada en investigaciones sobre la ansiedad y la depresión. ¿Son enfermedades de salud mental causadas por un desbalance químico o su origen tiene más que ver con problemas de nuestra sociedad moderna?
Talvez los psicodélicos y la salud comunitaria sean la puerta para poder entrar en las profundidades y las causas de todos estos males que nos afligen colectivamente.
Esta semana lanzamos nuestro primer evento para reunir a la comunidad de la Asociación Psicodélica de Argentina (PsicodeAr) en Buenos Aires. Damián Huergo y Fer Krapp presentarán su libro “Viva La Pepa” sobre el recorrido del psicoanálisis y las investigaciones con uso de LSD en Argentina.
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Se suponía que la ciencia moderna que tuvo su auge en el siglo XX lo cambiaría todo. De hecho, las vacunas, los antibióticos y la mejora del saneamiento, fueron clave para que los seres humanos prosperaran como nunca antes. En esa combinación de prácticas modernas, también se incluyeron tratamientos farmacológicos para los trastornos de salud mental. Pero la realidad es que en ese campo en los últimos 50 años, se han logrado pocos avances.
Podemos argumentar con datos concretos que estamos retrocediendo en nuestra lucha contra los problemas de salud mental. En esta investigación de 2019 los autores (Syme y Hagan) explican como los tratamientos psicofarmacológicos están aumentando junto con los diagnósticos de trastornos de salud mental. Si esto realmente fuera así, lo primero debería funcionar y como consecuencia lo segundo disminuiría.
Existen numerosos problemas con el modelo psiquiátrico actual. El periodista Robert Whitaker viene hace tiempo exponiendo el caso de que los antidepresivos, antipsicóticos y otras intervenciones farmacológicas son los verdaderos culpables de los desequilibrios químicos en el cerebro, un tema de conversación psiquiátrico que ha sido cuestionado durante más de medio siglo.
Los pacientes que sufren de ansiedad y depresión leves reciben medicamentos ineficaces, y a menudo un cóctel de pastillas. Dado que los medios masivos de comunicación y los grupos de pacientes están financiados por el tremendo lobby de las compañías farmacéuticas, hemos llegado a un punto de inflexión en los protocolos de salud mental. El relato en gran parte perpetua los síntomas.
Como escriben Syme y Hagan en su investigación citada arriba, los grupos de pacientes y los medios de comunicación masivos no son las únicas organizaciones comprometidas. Una revisión de 397 ensayos clínicos descubrió que el 47 por ciento de estos estudios informaron al menos un conflicto de intereses. Como Whitaker ha escrito antes, cuando a las compañías farmacéuticas no le gustan los resultados de sus ensayos, los descartan sin informarlos hasta que se registren resultados más adecuados para su negocio.
Los seres humanos proliferaron como nunca antes durante el último siglo, pero la innovación tecnológica no siempre equivale a mejores resultados. Vivimos en una perpetua ilusión de progreso. La ruptura de los vínculos con la naturaleza y la pérdida de la salud comunitaria, han tenido profundas consecuencias para nuestra salud.
Esto nos lleva al meollo del artículo de Syme y Hagan: la química cerebral está fuertemente influenciada por la sociedad. Claro, algunas personas nacen con disfunciones del desarrollo que son de origen genético. Pero estos casos de genética no tienen nada que ver con creciente número de personas que toman antidepresivos, antipsicoticos, benzodiacepinas, opioides y docenas de otros medicamentos psiquiátricos en la actualidad.
La antropología y la biología evolutiva son dos campos de estudio imprescindibles a la hora de contemplar todas las facetas de la salud. La perspectiva histórica es importante. Los autores señalan una batalla anterior: en 1900, aproximadamente la mitad de todas las muertes en Estados Unidos se atribuyeron a enfermedades infecciosas. Un siglo después, el número de muertes debidas a estas enfermedades era insignificante.
Esto se debe a que las etiologías de varias enfermedades infecciosas se descubrieron gracias a la teoría microbiana de la enfermedad. Sin embargo, nunca ha existido una etiología holística de la ansiedad o la depresión. Los psiquiatras, en conjunto con las compañías farmacéuticas, explotaron ese hecho creando y comercializando una etiología singular (la teoría del desequilibrio químico). Este concepto se sigue vendiendo al mundo la farmacología, aunque ya ha sido probado por la misma ciencia que no tiene fundamentos sólidos.
Pensemos en el marco básico de esta proposición: un animal que ha evolucionado durante millones de años, aproximadamente 350.000 en la forma actual, experimenta su mayor siglo hasta la fecha en términos de expansión demográfica, mientras que simultáneamente miles de millones de nuestros cerebros se ven repentinamente químicamente comprometidos. Esta narrativa desconcierta, pero es exactamente lo que venden los psiquiatras y médicos de todo el mundo.
Como escriben los autores, la teoría del desequilibrio químico, ampliamente discutida por primera vez a finales de los años cuarenta, se convirtió en parte de una campaña de salud pública diseñada para desestigmatizar los problemas de salud mental en las últimas décadas. En realidad, la campaña logró todo lo contrario.
“En primer lugar, una revisión sistemática encontró que respaldar las causas biogenéticas de los trastornos mentales no reduce el estigma y, de hecho, podría incluso aumentar las actitudes estigmatizantes entre los profesionales de la salud mental y los propios enfermos mentales. En segundo lugar, hay poca evidencia de que los psicofármacos corrijan desequilibrios químicos específicos o déficits neurobiológicos”.
Si bien la salud mental es un término amplio con numerosas categorías, los autores dividen los trastornos en cuatro subconjuntos:
Trastornos que son disfunciones del desarrollo de base genética.
Trastornos asociados con la senescencia y el envejecimiento.
Trastornos causados por un desajuste entre los ambientes modernos y ancestrales.
Trastornos que son respuestas adaptativas a la adversidad, por indeseables que sean.
Los dos primeros representan muchas enfermedades comunes, como la demencia, el autismo y la esquizofrenia. Los últimos dos representa trastornos que la psiquiatría moderna ha explotado. Al no considerar las fuerzas ambientales, los conflictos raciales-étnicos-religiosos, las crisis económicas, los trastornos familiares y los problemas sociales de la vida moderna, nos han vendido la historia de que estamos desbalanceados químicamente desde que nacemos.
Esta historia tiene un propósito: se espera que la industria mundial de la farmacología moderna alcance su punto máximo de crecimiento en 2024. Gracias a esfuerzos concertados de marketing y lobby, un aumento en las recetas coincide con un número cada vez mayor de trastornos y un número cada vez mayor de niños que toman estos medicamentos recetados. Cuando se explota un mercado, se crea otro.
Las intervenciones farmacológicas para el Parkinson, el Alzheimer y el autismo podrían ser valiosas para los pacientes con estos trastornos. El problema no es el desarrollo de fármacos, que es un campo de investigación necesario para combatir enfermedades tan confusas.
Como se sabe desde hace mucho tiempo (al menos desde el siglo XIX, aunque probablemente desde mucho antes), la mayoría de las causas de la ansiedad y la depresión se alivian con el tiempo, especialmente cuando se implementan intervenciones como una dieta adecuada, ejercicio, resolución de los problemas sociales y familiares y mejora de condiciones económicas.
En su investigación Syme y Hagan concluyen:
“Un último grupo de trastornos, como la ansiedad, la depresión y el trastorno de estrés postraumático, tienen una baja heredabilidad, son causados por la adversidad e implican síntomas que parecen ser respuestas adaptativas a la adversidad. Debido a que son relativamente comunes a lo largo de la vida adulta, representan una fracción sustancial de la carga de morbilidad atribuible a las enfermedades mentales. Sin embargo, es posible que no se trate de trastornos en absoluto, sino de respuestas aversivas pero adaptativas a la adversidad”.
Es decir, la ansiedad y la depresión son en gran medida problemas sociales, no trastornos médicos. Los autores ponen en jaque el análisis con una analogía: por qué no sería ético recetar analgésicos para un hueso roto sin antes soldarlo y resolver la causa de base.
¿Por qué entonces los psiquiatras y los médicos elaboran tratamientos farmacológicos y protocolos sin identificar la fuente del sufrimiento que llevó al paciente al consultorio en primer lugar?
Aunque todavía no tenemos etiologías fiables de la mayoría de los trastornos de salud mental, los autores concluyen que podrían estar a nuestro alcance. Es por esto que los psicodélicos están teniendo tanto creciemiento, talvez sean la puerta a poder entrar en las profundidades y las causas de todos estos males que nos aflijen colectivamente.
Su descubrimiento no se basa únicamente en la química del cerebro, sino también en la epigenética, la observación del comportamiento, las comparaciones entre poblaciones, la transmisión cultural, la teoría de la evolución y mucho más.
Los humanos somos animales demasiado complejos y nuestro mayor desafío es desarrollar herramientas para navegar esa complejidad.
Para ver
Esta conferencia de Peter Gøtzsche de 2016 en la Asociación Madrileña de Salud Mental hablando sobre el lobby y el fraude de las farmacéuticas y la crisis actual de psicofármacos.